La característica más importante de los
globos y de otras estructuras inventadas por el hombre, como barcos,
submarinos, entre otras, es llamada
flotabilidad. Se le define como la capacidad de un cuerpo de mantenerse sobre
un fluido. Es gracias al aire (en este caso demás materiales) que se encuentran
dentro del cuerpo lo que determina básicamente su capacidad de flotabilidad.
Los dirigibles, zeppelins y globos también
obedecen a un principio básico de un señor conocido como Arquímedes. El
principio de Arquímedes afirmaba que “un cuerpo total o parcialmente en un
fluido en reposo, recibe un empuje de abajo hacia arriba de igual peso del volumen
del fluido que desaloja”. Al aplicarlo al uso de los gases, descubriremos que
nuestro zeppelín recibe un empuje hacia arriba igual al peso del aire que
desplaza, lo que con ayuda de ciertos materiales, permita que nuestro globo se
mantenga en el aire. Sin embargo, un último factor es clave para el vuelo del
zeppelín, la densidad. Para que un cuerpo pueda flotar en otro fluido, es
necesario que la densidad del cuerpo que se pretende que flote sea menor a la
densidad del fluido. Recordemos que la densidad es la masa que encontramos en
un determinado volumen y esta densidad varia en muchos de los elementos que
encontramos en el planeta. Apliquémoslo en nuestro proyecto; el aire es una
mezcla de nitrógeno, oxigeno, vapor de agua, ozono, dióxido de carbono, hidrogeno
y otros gases, todos juntos tienen una densidad aproximada de 1,09gr/cm3 a una
temperatura ambiente. A grandes alturas sin embargo, su densidad aumenta un
poco, pues factores como la presión y la temperatura logran un cambio en la
densidad, alterándola incluso 1,29gr/cm3. El problema es, sin embargo, que su
densidad es relativamente baja y muy pocos elementos tienen densidades menores.
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